martes, 28 de diciembre de 2010

Pájaros en la cabeza

"Y perdí la cuenta de las veces que te amé..."
Extremoduro, Jesucristo García

Empezaron a intimar con las primeras lluvias aciagas de octubre.
En las interminables charlas crepusculares, él le confesaba que le fulminaron sus caderas rotundas, su pelo de fuego y sus labios encarnados, y aderezaba su relato con vagas promesas de pasiones venideras que no podían ser consumadas entonces porque era un hombre ajeno, de una mujer que no tenía caderas rotundas ni pelo de fuego, a la que no estaba unido por el milagro de la complicidad, y a quien en cientos de ocasiones le juró que abandonaría, pero no entonces, sino cuando encontrase la ocasión, porque él era persona de tomarse las cosas tal como vienen, y, como le recordó en tantas ocasiones, el amor no puede ser forzado.
Ella esperó pacientemente los vanos frutos de sus promesas, desesperando en infinitas ocasiones y prometiéndose abandonarlo de una vez por todas a su suerte, forzándose a identificarlo en nuevos hombres que terminaba por desdeñar porque no conseguían perfilar ni la más remota sombra de lo que ella anhelaba, hasta que la fuerza de la costumbre y el agotamiento de la paciencia más inagotable terminaron por demostrarle que el hombre a quien había amado durante tanto tiempo no era sino el producto vano de la más vana y ferviente imaginación, y que la dicha pasajera y el cansancio que siempre habría de vincular a su recuerdo jamás bastarían para desvanecer sus propias e incontenibles ansias de continuar la búsqueda, aplazada en innumerables ocasiones a fuerza de confiar en la que en incontables veces confió que sería la última vez que esperaba casi sin esperanzas a que probablemente no sucediese nada.

Sweet

Confesiones



-¿Y qué tal te fue?
-Intentó besarme. Me aparté, ¿sabes?
-¿Y por qué hiciste eso? Creí que era un buen tipo.
-Porque creo que te quiero.
-…
Jamás debí haber dicho aquello.


viernes, 26 de noviembre de 2010

Da gusto hacerse mayor


Hace unos años, cuando todavía pensaba que los reyes eran magos y venían de Oriente, mi madre tenía la fea costumbre de ponerme delante de la tele a drogarme con pelis del señor éste que se congeló, el tal Disney ése. Bien pensado, tampoco es que fuera una costumbre muy fea que digamos. Esas pelis molaban. Molaban mucho. Es más, molaban muchísimo.
Solía haber en casi todas una princesa ideal de la muerte (¡anda, como yo!) que, por cosas de esta vida perra, que no te deja irte de rositas cuando eres tan monísima y encantadora (cada vez me siento más identificada), acababa encontrando gresca con una rival mala malísima, que no dudaba en avasallar a la princesa si era necesario. Obviamente, la bella princesita jamás haría eso. Ya, claro.
En fin, el caso es que la princesa, como era tan cándida, necesitaba ayuda; que, joder, ya ves tú qué suerte, se la acababa "prestando" (ya me entendéis...) un príncipe alto, guapo y con una melena de infarto. Cosas de ésas que me pasan a mí todos los días, vamos.
Pues bien, esto es lo que servidora buscaba hace escasos años: un tipo alto, fuerte y con la melena de Hugh Grant. En resumen, un tío que estuviera buenísimo. Porque claro, yo que soy tan guapa y tan lista, me merezco un príncipe... o un dentista. Que sí, también que me quisiera y otras cosas así más secundarias, pero principalmente, un tipo que me quedase bien.
Y a estas alturas, una, que hombre, otra cosa a lo mejor no, pero atractivo animal tiene un rato, pues de éstos ya se ha ligado a unos cuantos. Pero la cosa no va. Es lo que tiene Disney, que es como la teletienda, crea falsas expectativas.
Así que, ahora que me he dado a la Filosofía y a esas cosas así más espirituales, ya he superado esa etapa de Mujeres y Hombres y Viceversa y, una de dos, o he bajado el listón o he trascendido de la visión del común de los mortales... Igual es lo primero. O igual no. Llamadme ilusa, pero quiero pensar que es la segunda.
¿Y por qué os cuento todo esto? Pues bueno, porque me hallaba yo el otro día buscando una de éstas pelis para recordar viejos tiempos (las hormonas, que son así), cuando me bajé la equivocada. Error en el sistema.
Después de esto, y confirmando mi fama de rompebotones, lo que os quería decir, mujeres del mundo, es que los dentistas para vosotras. Yo me quedo con uno que sepa programar.

Sweet









Imagen de Turista en tu pelo

martes, 16 de noviembre de 2010

Las horas


Tic-tac...


Despierte!
¿Es usted feliz?
¿Y eso qué coño importa?
Anda, vístase ya, que llega tarde!
Es casi de noche...
No mire a nadie a los ojos.


No sonría.
No cante.
No hable.
Haga su trabajo sin más.


No proteste.
¿No le gusta lo que hace?
¿No estás satisfecho con tu vida?
¿A quién le importa eso?
Va a cobrar igualmente a fin de mes, ¿no?
Lo demás sobra...


Coma cualquier cosa cuando llegue.
¿Está su familia en casa?
Ni los mire...


Encienda la tele.
Juguemos al terror:
pandemia, crisis,
crisis, pandemia...

Salir es un peligro.
Quédese en casa mejor.

Siéntese frente al televisor.
No piense, no sirve de nada...


Ya es hora, vuelva la cama.
Mañana puede que sea un día distinto...

O mejor no,
sería un peligro para usted...
Mejor deje que nosotros llevemos las riendas de su vida


Tic-tac...


¿Un día más o un día menos?


Su vida escapa...




Sweet

domingo, 14 de noviembre de 2010

Hastío


Ahora que lo pienso, podría contarte muchas cosas...
Podría, por ejemplo, explicar que me fui para volver a ser yo,
que huía de la mirada venenosa que devolvía mi espejo,
que tu olor en mis sábanas era ahora el olor del olvido...
Sin embargo, lo que jamás se me ocurriría confesarte es que aún te echo de menos.
Nunca, y digo nunca, reconocería que la melancolía está pudiendo conmigo,
que esconderme detrás de un papel en blanco se ha convertido en mi refugio,
y que se me está cayendo el alma a cachos.
Y así pasa otro día. Igual al de ayer.
Lento tic-tac ensordecedor.
¿Se puede saber dónde te has metido?
Incansable, como el correcaminos, te sigo buscando…
Gris. Vacío.
Vacío. Gris.
Así, se suceden fotocopiados.
Pasa un día y otro y otro…
Se está empezando a volver insoportable.
Oigo debatir a mi conciencia.
Todo pasará, mas, ¿cuándo?
Tal vez la solución fuese parar de ansiar volver a encontrarte detrás de cada esquina;
Dejar de buscarte en el regusto de un cigarrillo o en el fondo de una botella de ron;
Abandonar la costumbre de arremeter contra el puto mundo que no deja de materializarte;
No volver a intentar sentirte cerca en cualquier cosa que se parezca a ti;
Intentar que anoche fuese la última vez que deseé que el azar nos cruzase;
Luchar por controlar el pum-púm del pecho si te me acercas…
Probablemente ya rompiese el último hilo que me ataba a la cordura.
Mientras, camino nocturna, cabizbaja;
Intentando ahogarte en una canción tras otra;
Mientras siento desgastárseme el alma por el tedio;
Mientras imagino tenerte enfrente y poder dejar de sentirme errante;
Mientras derrocho las pocas energías que me quedan deseando traerte de vuelta…
Me suele ocurrir…
Pero me juro que se me pasará…
Porque tiene que pasar...
Sí.
Pasará.


Sweet