Ahora que lo pienso, podría contarte muchas cosas...
Podría, por ejemplo, explicar que me fui para volver a ser yo,
que huía de la mirada venenosa que devolvía mi espejo,
que tu olor en mis sábanas era ahora el olor del olvido...
Sin embargo, lo que jamás se me ocurriría confesarte es que aún te echo de menos.
Nunca, y digo nunca, reconocería que la melancolía está pudiendo conmigo,
que esconderme detrás de un papel en blanco se ha convertido en mi refugio,
y que se me está cayendo el alma a cachos.
Y así pasa otro día. Igual al de ayer.
Lento tic-tac ensordecedor.
¿Se puede saber dónde te has metido?
Incansable, como el correcaminos, te sigo buscando…
Gris. Vacío.
Vacío. Gris.
Así, se suceden fotocopiados.
Pasa un día y otro y otro…
Se está empezando a volver insoportable.
Oigo debatir a mi conciencia.
Todo pasará, mas, ¿cuándo?
Tal vez la solución fuese parar de ansiar volver a encontrarte detrás de cada esquina;
Dejar de buscarte en el regusto de un cigarrillo o en el fondo de una botella de ron;
Abandonar la costumbre de arremeter contra el puto mundo que no deja de materializarte;
No volver a intentar sentirte cerca en cualquier cosa que se parezca a ti;
Intentar que anoche fuese la última vez que deseé que el azar nos cruzase;
Luchar por controlar el pum-púm del pecho si te me acercas…
Probablemente ya rompiese el último hilo que me ataba a la cordura.
Mientras, camino nocturna, cabizbaja;
Intentando ahogarte en una canción tras otra;
Mientras siento desgastárseme el alma por el tedio;
Mientras imagino tenerte enfrente y poder dejar de sentirme errante;
Mientras derrocho las pocas energías que me quedan deseando traerte de vuelta…
Me suele ocurrir…
Pero me juro que se me pasará…
Porque tiene que pasar...
Sí.
Sí.
Pasará.
Sweet
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